sábado, 9 de mayo de 2015

La sonrisa vertical


De la profusa cartelería pública (gubernamental o particular) que informa, sugiere o amenaza, hay una con una frasecita muy difundida que me resulta particularmente patética. Bancos, comercios, oficinas estatales o clubes deportivos nos quieren advertir ni bien entramos, a nosotros, humildes clientes, contribuyentes o socios, de que estamos siendo observados. No, dear Jean-Jacques, no somos buenos por naturaleza, ellos no confían en nuestra buena fe y por eso nos alertan con un toque de patético humorismo, ni bien pisamos sus señoríos: “Sonría lo estamos filmando”.
¿Acaso es un casting? ¿O presuponen que si delinco y el video llega a un noticiero, desearía verme risueño en la televisión nacional, contento de estar haciendo lo que hago? ¿Querrán guardar de mí un registro festivo de mi paso por el local comercial? ¿O nuestras forzadas sonrisas, compiladas y bien editadas, serán parte de la folletería de futuras campañas publicitarias de la empresa? ¿O, más sencillo, me piden que sonría porque el que primero que pensó esa frase, en los albores de los sistemas cerrados de cámaras de seguridad, era un ser tan imbécil y taimado que no se le ocurrió nada más sincero para anunciar la venida de la era del Bigbrotherismo, tal como lo predijo un profeta profano? De allí, parece que fue un simple copiar y pegar.
Hay otra variante, igual de canalla, pero menos ridícula que la anterior: “Por su seguridad lo estamos filmando”. ¿Y en dónde se juega mi seguridad personal? ¿Qué ganaría yo al evitarse un atraco? Como si una cámara disuadiera a un ladrón de dar el golpe... Mienten otra vez, pero por lo menos evitan el mal gusto de reclamar una sonrisa imbécil. Es el efecto del panóptico benthamiano. La verdad es que uno no ve ninguna cámara, ni cree que ese comercio rasposo pueda comprarse una, y si las ve, le dejan a uno la sensación de que no están filmando, o filman pero no graban. Pero por las dudas... (¿las dudas de qué, si yo no tenía pensado hacer nada malo?). Lo más gracioso es que cuando las imágenes del accionar de las “mecheras” (mujeres robadoras de tiendas minoristas) llega a un noticiero mañanero, el telespectador comprueba que el comerciante pudo filmar a los ladrones pero no pudo evitar ser robado. Sigo sin verle la gracia, más allá de la publicidad gratuita que le hacen al comercio. ¿Les servirá como prueba para el seguro, o al menos para “fichar” las caras de esas señoras con una capacidad admirable para guardarse bajo su pollera y entre los muslos, en un santiamén, cuatro jeans a la vez?

Yo, como soy escéptico de que muchos de esos carteles tengan un correlato fílmico, más de una vez estuve tentado de bajarme los pantalones y apuntar mis nalgas al ojo eléctrico, allá arriba. Esa, mi sonrisa vertical que les ofrendaría a los comerciantes, ¿no respondería al taimado mensaje de velada amenaza, pero devuelto con un original toque de gracia? (Pues tu panóptico funciona, dear Jeremy, verás que aunque lo pensé nunca me animé a saludarlos de manera tan “vellamente” impúdica.)

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